A lo largo de todos estos años, de altos y bajos, de triunfos y fracasos, de días cargados de mentiras y noches llenas de verdades, es difícil hacer una radiografía de quién soy o hacia adónde voy.
Sucede que mi máscara de sonrisa es linda, tiene éxito y agrada a los demás. Por eso la uso tanto. Pero el uso excesivo la gasta, y paso constantemente retocándola. No me malinterpreten. Me gusta, y me encanta usarla todo el tiempo. En gran parte ese soy yo, y reir y hacer reir a quienes me rodean da riqueza a mi existencia. No la riqueza que se almacena en una bóveda, sino la que me ablanda el corazón y aclara mi mirada.
Por eso a veces cuesta tanto sacar el lado oscuro.
Por eso es tan difícil a veces ser sincero cuando no tengo idea de lo que dirá el espejo.
Por eso la gran interrogante de lo que sienta o piense quien permanece a mi lado o frente a mí a veces me detiene a la hora de externar lo que pienso y siento, con toda la honestidad y sinceridad que conozco. Parecer grosero, impertinente, hiriente o apresurado. Sentirme atrapado entre lo que empuja desde dentro y lo que presiona desde afuera.
Qué difícil a veces ser directo.
Por eso aquí intento ser como el torito... sin rodeos... ser sincero y llamar a las cosas por su nombre. Buscar la sinceridad. Quizá para quien lea mis palabras. Pero por encima de todo, para conmigo mismo.