A veces la vida se empeña en enviar recordatorios, que casi parecen advertencias.
un poco de valor para hacer el intento sincero de saltar, una vez más, al vacío, sin red, y el vacío tenía un piso bastante duro.
Me recuerda los árboles de roble sabana que hay esparcidos por toda la ciudad, que en pleno verano, estallan en color de esperanzas y positivismo. Y si sí...?
Me parece ver al niño que fui, sentado jugando al pie del árbol, sobre una alfombra de flores que caen y tapizan el suelo de colores. Los días de verano!
Pero cuando se acerca el final de abril y caen las primeras lluvias, los robles pierden poco a poco el color y se pierden en el paisaje, dejando de llamar la atención a la vista del peatón común.
Hay más color en las vallas publicitarias, en las luces de los autos, en el tarro de la basura.
Los días del verano se acabaron. No fueron tantos como yo quería, pero algo dejaron. Una piedra con colores por debajo, trozos de vidrio fundido, algo de tristeza quizá, miedos que se alimentan y puertas que vuelvo a cerrar, con dos o tres candados más esta vez. Que nadie pase, esta sección del museo está cerrada. Esta exhibición no se abrirá más al público.