Y hoy, así de la nada, en una tarde de noviembre con cielo de fuego, tuvo alguien el bello gesto de presentarnos. Cuando llegué ahí estabas, y todos te rodeaban, pero estabas como en tu propio mundo. Quizá nos parecemos un poco, eso de ser el centro de atención tampoco es lo tuyo.
Pero luego, cuando todos se fueron, me pude acercar, y por primera vez esa mirada se clavó en mi, y algo aquí dentro cambió, algo se movió, y sé que nunca más nada va a ser igual.
Ahí estabas, y me escuchabas decir todas esas cosas que ahora no recuerdo, y que quizá no comprendiste. Siempre fui bueno para hablar en acertijos, me han dicho alguna vez. De pronto simplemente sonreíste, y sabía que no necesitaba decir nada más. Por primera vez pude sostener tu mano y abrazarte, como espero poder hacerlo miles de veces más en el futuro. Sentarnos juntos y contarte historias, reír juntos, y ver las estrellas encenderse una a una en atardeceres de fuego como el de hoy.
Has llegado a mi vida de una forma mágica, donde con un poco de incredulidad, jamás creí poder sentir algo así, tan inesperado, tan de improviso. Y sólo espero que alguna vez, en muchos años, si llegas a leer estas líneas, mires a este viejo que desde ya te ama y velará por ti cada día que Dios le de vida.
Bienvenido al mundo pequeño angelito.
Con amor, tu padrino.
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Gracias por su visita, y gracias por aportar algo a mi monólogo. Casi siempre escribo para mi, pero me gusta saber que mis desahogos hicieron a alguien más sentirse identificado/a.
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