Friday, December 7, 2012

Expectativa de vida


Leía hace unos días que la expectativa de vida en mi país ronda los 77 años. Obviamente esto no es una regla, y depende de muchos factores, salud, alimentación, ejercicio, estrés, y todas estas pequeñas cosas que a veces obviamos y damos por sentadas. Pero dejando de lado estos factores, incluso la positiva posibilidad de que mi vida me lleve más allá de esa cifra tan pareja y homogénea, estuve pensando en mi vida, si de verdad supiera que en el año 2055 me toca regresar el empaque y volver a mi forma original.
Esto me diría que me acerco peligrosamente a la mitad de ese camino, y que el tiempo no corre más despacio, sino que por el contrario, con los años parece acelerarse.
Y no puedo evitar sentir a veces que la vida se me está pasando, y que yo solo la veo pasar, sin aprovechar oportunidades, pensando en algunas que dejé ir, en cosas que tuve y se fueron, por una u otra razón.
Y me enojo. Conmigo. Con la vida. Con Dios. Con las personas y las cosas. Con los relojes que no se detienen. Con la noche que llega tan pronto. Con el día que se va tan sigiloso. Con el tiempo perdido. Y siento ganas de renunciar a todo, pero simplemente me siento en la sala de mi casa con la cabeza en mis rodillas y lloro. Como lloraba el Principito sobre la hierba. No entendía bien por qué lloraba, pero de pronto sentía que todas sus riquezas, aquellas cosas que tanto valoraba en su vida, valían poco, y no era un gran príncipe en realidad.
Miro en retrospectiva muchos planes que no se cumplieron. Muchas metas que siguen a medias, o así se quedaron. Sueños que alcancé y que luego se derrumbaron y los dejé perderse. Por dolor. Por tristeza. Por miedo a veces de luchar un poco más allá, y pienso en esas ocasiones, en que tal vez intentarlo un poco más hubiera sido la solución. Pero son cosas que ya no puedo cambiar y no puedo seguir gastando el tiempo y mis fuerzas en añorarlas o en pensar en los finales alternativos. Simplemente no lo vale.
Vienen fuerzas nuevas. Tiempos nuevos. Vida nueva. No he llegado todavía a la mitad siquiera, y queda todavía mucho por vivir, por soñar, por alcanzar. Me repito una y otra vez intentando convencerme de que todavía se puede, todavía puedo ser feliz, y que esa felicidad permanezca. Si lucho por eso y sin darme por vencido.
Se puede.
Se puede alcanzar aquello con lo que se sueña.
No es sencillo. Requiere fe, pero sobre todo voluntad, esfuerzo, constancia, perseverancia. Levantarse todas las mañanas. Perseguir al sol. Avanzar todos los días, aunque sea un paso. Aunque hayan noches en que se retrocedan hasta dos o tres pasos en el camino. Pero no darse por vencido. Volver al día siguiente a recuperar aunque sea uno.
Algún día llegará. Algún día llegaré. Algún día las sonrisas ya no serán fingidas. Las lágrimas serán de alegría.  Y la vida ya no será como una película que pasa frente a mis ojos. La felicidad no está en el destino, sino en el camino.

Aqui estoy, viendo pasar los segundos, 
viendo pasar los minutos viendo pasar el amor. 

Aqui estoy, sin la mitad de mi vida, 

Un callejon sin salida, viendo la vida pasar.

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