Treinta y cinco vueltas seguidas al Sol.
Tres décadas y media de rodar sobre la tierra, de cruzar la ciudad día a día y de esperar el cuarto creciente todos los meses para encontrarme la sonrisa escondida en el horizonte.
Más de un tercio de siglo de aprender día a día, de caer, de levantarme, de caminar, de parar a descansar, de aprender y de olvidar, de fracasar y luego triunfar. Años de enseñanzas y vivencias, de gente que estuvo y luego se fue, y de gente que permanece, que siempre ha estado ahí, que son cables a tierra y me ayudan a saber siempre quién soy y de dónde vengo.
Es toda una vida ya, una colección de historias que me hacen ser quien soy y valorar lo que tengo, porque tengo que admitir la gran riqueza que esta vida me ha dado.
Y es que si algo he podido aprender, es que no hay más fortuna ni mayor riqueza que eso, que la vida, las personas, la experiencia, es lo mejor que poseo.
Que no necesito tesoros, ni regalos, ni viajes siquiera, pues nada puede compararse con el valor de mi familia, de mis amigos, de las personas que me quieren y están para mi, están hoy, aquí, o han estado en momentos duros, o han estado siempre, desde que tengo memoria.
Que las palabras, los abrazos, los momentos, las risas, los recuerdos, todos esos detalles son lo que más importancia tiene para mi, y que no cambio por nada, y que nadie podrá quitarme nunca.
Soy dichoso, soy afortunado, soy el hombre más feliz que puede caminar hoy por este planeta, sonriendo a la vida. Diciendo "Esto apenas empieza, sorpréndeme!".
Y dispuesto a salir, hoy y cada día, a la puerta, a la calle, a la vida, y abrazar todas las cosas buenas que se que vienen.
Yo mismo soy el motor que me impulsa, y hoy abro mis alas y vuelo.
Vuelo hacia la felicidad!
