Ya sabía yo que en algún momento iba a saltar la liebre, y el dardo envenenado no tardaría en dirigirse hacia acá. Obviamente y para variar, el hijueputa ahora (y siempre) soy yo.
Pero ya jugué este juego antes. Acción y reacción. Provocación y respuesta. Al final nadie gana. Los argumentos nunca sirven, y esta vez tampoco lo harán.
No tengo ya nada que perder porque ya todo se perdió.
Tarde o temprano se aprende.
Me falta mucho por andar todavía, por aprender, pero esta ya me la sé, y me retiro del tablero sin mover una pieza.
Ya no me interesa.
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Gracias por su visita, y gracias por aportar algo a mi monólogo. Casi siempre escribo para mi, pero me gusta saber que mis desahogos hicieron a alguien más sentirse identificado/a.
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