Y todas las velitas que se iban encendiendo y un día llenaron la habitación de luz, una a una se van apagando dejando todo en una quieta oscuridad silenciosa con olor a humo.
Quizá tuviera razón aquella voz que dijera que la indiferencia a veces duele más que algunas palabras, y hoy en efecto duele, y hay tristeza en la casa.
Es una tarde de lluvia para quedarse en casa viendo alguna película, con una taza de café caliente debajo de las cobijas y hablar con el silencio, pero mi silencio se queda callado y no me dice nada.
Una a una se mueren las mariposas que tiempo atrás me revolotearan por dentro, y todos hablan de lo lindo que se siente cuando están vivas, pero pocos nombran el dolor que se siente cuando se van desplomando, porque no son todas a la vez, sino que despacio, casi en fila y cada par de alas que se apaga duele más que el anterior.
Y un día quizá se muera la última, de tristeza o resignación.
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Gracias por su visita, y gracias por aportar algo a mi monólogo. Casi siempre escribo para mi, pero me gusta saber que mis desahogos hicieron a alguien más sentirse identificado/a.
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