Wednesday, November 7, 2012

Media vida


Era yo un chiquillo de 17 años apenas, cuando la vida me puso en aquella clase, una noche de enero.

Ahi estaba ella, en su mundo, en su vida, probablemente igual de asustada que yo. Otra adolescente jugando a ser grande.

Aquellos dos, jóvenes e inexpertos en la vida se hicieron amigos, y luego recorrieron juntos, de la mano, los territorios desconocidos hasta entonces del amor. Conocieron juntos el cielo y el infierno. Rieron, lloraron, ganaron y también perdieron. Una historia corta pero intensa, que un día de la nada se desvaneció en el aire como nubes de dolor.

Se extraviaron y olvidaron cómo reconocerse, y luego cada uno siguió su camino, rehizo su vida.

Pero esa vida misma y sus ciclos se encargaron de acercarlos y alejarlos de nuevo. Los llevó a cada uno por tierras de triunfo y fracaso. Les dio todo, y todo se los quitó. Pero siempre se encargó de que algo, una luz en su interior, permaneciera encendida, a pesar del tiempo y la distancia.

17 años han pasado desde ese enero. Media vida de conocernos, y aunque sea sólo a veces que su sonrisa vuelve a cruzar el cielo, siempre que pasa por aquí deja el aire lleno de recuerdos.

Aquel amor terminó convertido en una amistad a prueba del tiempo, donde como hoy, un café, una conversación, unas horas bastan para ponernos al día y reconocernos. Ver detrás de las miradas a aquellos chiquillos que una vez jugaron a ser grandes, hoy ya grandes, jugando a ser chiquillos.

Media vida ha pasado, y me alegra saber que todavía algo se mantiene. Que al mirar más allá del velo del tiempo, al conversar, al revivir, tantas cosas se recuerdan, y alguien más que tan solo yo puede saber que estuvimos ahí. Que ella también se acuerda del muchachillo que con poemas y canciones alguna vez le robó el corazón, y que un pedacito de ese corazón todavía sigue guardado en mi cofre de tesoros.

Otra media vida pasará, quizá, y nos faltarán tardes y noches de café para conversar, para revivir juntos aquellos recuerdos, y contarnos todo lo que hemos vivido desde entonces. Y nadie más lo entenderá. Solo ella y yo sabremos lo que significa, lo que nos unió, y lo que en el fondo todavía nos ayuda a asomarnos a la mirada y ver al otro, como nos vimos aquella vez, y reconocernos.








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