Monday, August 23, 2010

Ya no somos los de ayer

Ya no somos los de ayer.
Aquel tiempo en que las risas inundaban la casa y nada era más importante que idear cuál sería el siguiente juego. Cuando hacer algo en complicidad sin que Ma se diera cuenta era el mejor plan, la conspiración secreta que nadie podría descubrir. Las mañanas en la cochera con una manguera jugando con agua. Los bolazos que quebraron las ventanas, el reto de cruzar por el pasamanos inventado en el corredor, de arrastrarlos sentados sobre una cobija para darle brillo al piso o escaparse por los barrotes del portón mientras todavía cabía la cabeza.
Aquel tiempo de tontos celos infantiles, y pelear por el juguete o el espacio que era suyo o mío, de tener que dejar de ser niño por un rato porque tenía que ser hermano mayor, porque había que cuidar y dar el ejemplo, porque el niño que recien dejaba de serlo se había convertido de repente y sin elegirlo, en el hombre de la casa.
Aquella infancia-adolescencia de tener que hacer frente a responsabilidades para las cuales no estaba preparado, para las cuales nunca me habían enseñado, con las cuales cometí mil errores, pero no fue mi culpa, hice lo que pude, di lo que tenía, lo que sabía, lo poco que a mí mismo se me había enseñado.
La vida nos hizo crecer, por dentro y por fuera. Nos cambió los juguetes por cuadernos y después por herramientas. Cambió las fantasías por responsabilidades y las travesuras por problemas. Dejó de funcionar el cortis, y el "ya no juego" dejó de ser una excusa válida para cuando las cosas se complicaron.
Los niños y los adolescentes se nos quedaron en el camino y hoy la vida vuelve a cobrarnos cuentas que otros no pagaron. La injusticia nos dio su cara más cruda y nos ha quitado cosas y personas que fueron importantes, y tuvimos que aprender a continuar sin ellas. Hemos cometido errores y hemos aprendido a pagar por ellos, e incluso a pagar parte de las cuentas del otro.
Nadie dijo que sería fácil, y en efecto no lo ha sido. A golpe maduramos, pero aprendimos a dar valor a lo que de verdad lo tiene.
Algún día quizá todos los que hoy son importantes se hayan ido, pero nosotros permaneceremos unidos, porque no estamos solos, nunca estuvimos solos.
Ya no somos los de ayer.
Somos mejores.
Somos hombres.
Somos hermanos.



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Gracias por su visita, y gracias por aportar algo a mi monólogo. Casi siempre escribo para mi, pero me gusta saber que mis desahogos hicieron a alguien más sentirse identificado/a.
Se permiten los comentarios anónimos, pero un nombre nunca está de más para saber con quién hablo.

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